(cheun rume)

 

20101217

Caminar

En este momento, justo ahora
Partiría caminando
Hasta Chillán.
Hasta San Carlos.
Caminaría con la mirada perdida
Con las manos en la espalda
Caminaría con la imagen corporativa en la nuca
Así iría caminando yo ahora.
En este mismo segundo
Caminando y avanzando
Como en un día de verano.

Pasito a pasito
Con los pies desnudos
Llegaría hasta Ñuble
Y de ahí al mundo!
Quién sabe?
A la argentina, al Uruguay
Mato Grosso, a las llanuras
Cruzaría caminando los océanos
Los desiertos, las selvas y los bosques
A pie por tierras exóticas
Visitaría la India
Me bañaría en las aguas sagradas de la vida
Dormiría a los pies del Himalaya
En las estepas mongoles
En Escandinavia,
____________Groenlandia,
_____________________Baltimore
Y todo caminando desde ahora ya.

Pero este instante nunca llega
Siempre me voy quedando atrás en la carrera
El tiempo me lleva nariz de ventaja
Y las fuerzas de mi cabeza
Impiden que dé el primer y definitivo paso.

20101128

Paseo Dominical

Hier ruht Anna Klapp, geboren Neumann.

Hola, ¿cómo están? Hace tiempo que no nos veíamos. Sí, me vine caminando. Está bonito el día. Igual hay un viento helado que engaña. Quizás debí venir con un polerón. Pero en fin, ¿cómo han estado? ¿Sin novedad? Yo tengo un montón de cosas para contarles.

Mira, me regalaron un reloj. No creo que les sirva mucho a ustedes saber la hora. El tiempo, me imagino, deja de ser una variable relevante en su estado. A mí nunca me ha interesado mucho saber a qué velocidad giran las cosas, pero qué sé yo. Supongo que se hace necesario. Como un impuesto social que obliga a conocer con precisión suiza el instante en el que uno vive. Me parece irrelevante saber la hora, siempre va cambiando y lo va dejando a uno atrás. No sé muy bien para qué, pero igual uso el reloj. Son un cuarto para las cinco. O sea me demoré cuarentaicinco minutos en caminar hasta acá. Aproximadamente.

Sí... no me puse zapatos, vine con las chalas. Es que no me gusta andar con zapatos. Me da calor en los pies y con el verano que avanza no es buena idea tener los pies muy acalorados. Además estoy todos los días con zapatos. O zapatillas que parecen zapatos. Pero es lo mismo. De 08.30 a 19.00, todos los días con zapatos. ¡Y con camisa! ¿Se habían imaginado que iba a andar yo con camisa? Si parezco un caballero. La última vez que los vi a cada uno de ustedes, también estuve con camisa. Bien ordenadito, pero no muy peinado. Sin reloj. El tiempo tampoco era importante para los que quedamos acá.

Oye Oma, ¿les contaste a todos cómo nos reímos hace un año cuando nos despedimos? Nos lucimos esa vez. Mi hermana especialmente, que se paró valientemente frente a todos como en un altar y sin que le temblara la voz, se puso a leer disparates sobre cómo avanza el tiempo y nos va dejando sólo historias.

Ahora que venía caminando, por ejemplo, pasé por esa calle que se llenó de bares, frente a la estación. Adelante mío iba un viejo chico tambaleándose. Entonces, el viejo llegó donde unos jóvenes que esperaban micro, y le preguntó dificultosamente a uno “¿Estoy bien o estoy mal?”. No alcancé a escuchar la respuesta, porque al frente había otro viejo, con ropas sucias y rasgadas que, apoyado en la muleta que reemplazaba la pierna que le faltaba, gritaba: “¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa!”.

Un poco más adelante, frente al supermercado, había otro viejo tirado en la puerta de una casa vieja de un piso. De ésas que están ahí desde los tiempos en los que habían trenes. Se juntaban todos los viejos de ferrocarriles a tomar en esa cuadra y se escuchaba un partido de fútbol en la radio. Ustedes seguramente recuerdan esos tiempos mejor que yo. Al lado había un marino con su impecable disfraz esperando micro para ir a la Base Naval. Poco y nada le importaba el viejo. A nadie le importa qué pasa con tanto viejo que da vueltas. Es lo que yo les decía, el tiempo deja de ser una variable cuando se llega a cierta edad. Quizás eso hace que sea tan extraño venir a conversar con ustedes. No me entiendan mal, siempre me gustó estar con todos ustedes. Incluso a los que no alcancé a conocer, disfrutaba cada momento en su compañía y nunca lo supe. Por eso nunca comprendí que hayan decidido mudarse hasta acá. Están lejos ya. Y, ¡miren a su alrededor! Aquí también está todo destruido. Ni siquiera ustedes se alcanzaron a salvar.

¿Cómo lo pasaron esa noche? Ya van nueve meses, por estos días deberían empezar a nacer los primeros hijos de la desesperación. Me imagino que están todos amontonados ahí abajo. No creo que alguien haya bajado a ver cómo quedaron. Si incluso se robaron las manillas de la puerta. Está todo bastante olvidado por estos lados. Claro que me imagino que estaba peor. Hace nueve meses también vine, pero no me dejaron entrar. Parece que tenían una especie de fiesta. Una danza macabra medieval. Ahora, si se levantan y andan, hay un montón de muros que se cayeron. También se cayeron los nombres en las piedras. Es lo que he pensado siempre, después de un tiempo hasta los nombres en las piedras se borran y se pierden. ¿Se fijan que mudarse para acá es un acto desesperado contra el tiempo? Mejor sería asumir de una buena vez que, en realidad, nunca más los vamos a ver. Que se desvanecieron, que ya no existen. Para qué seguir con esta hipocresía, cuando todos sabemos que después de un par de meses ni siquiera nos vamos a acordar de lo que hemos vivido.

Mira Oma, tu nombre ni siquiera está escrito sobre esta piedra. Nadie más se ha acordado. Hemos estado tan apurados con el hoy, que no hemos podido hacer una pausa por ti. Están tu esposo, tu suegro y suegra, tu cuñada, su esposo, su suegro, su suegra, un sobrino de todos. E incluso está la señora Anna ahí arriba, la dueña original deste hoyo olvidado, con 20 años más edad que mi bisabuelo. Pero tu nombre no está. Y no está porque se nos arrebató el pasado de golpe una vez más. Así como los muros de esos mausoleos se derrumbaron dejando en libertad los espíritus del purgatorio, así mismo se derrumbaron nuestros días.

Después de ver a los viejos borrachos con tanta sociabilidad, seguí caminando por el larguísimo paso sobre nivel que cruza la línea férrea. Iba subiendo con dificultad. Y además me daba un poco de susto en realidad. Las micros pasaban zumbando mis oídos a medio metro y la calzada es estrecha. Además ya no tiene barrera en muchas partes. También se cayó. O la chocaron, vaya uno a saber.

Una hermosa chica en bicicleta me adelantó. Iba calmada, pedaleando con relajo y con unas ramitas de laurel en el bolso. Siguió feliz de la vida en su bici aún cuando una micro pasó a 20 centímetros della. Se veía más linda en la medida que avanzaba hacia el imponente cerro lleno de lengas y araucarias. Yo miraba el cerro y pensaba que tenía que cruzarlo todavía. A mi derecha estaba muy abajo la línea de tren y los escombros del paso sobre nivel antiguo. Por la línea iba otro viejo sucio caminando. Creo que iba fumando siguiendo esos dinteles que hace años ya no llevan a ninguna parte. Esta llena de viejos esta ciudad y nadie los escucha o se preocupa.

Después, al comenzar a bajar, me encontré con todas esas marmolerías que hay al lado de los puestos de flores. Desesperadamente tratan de escribir en piedra el pasado para que no se olvide y lo adornan con flores para hacerlo más atractivo. Pero a estas alturas las flores tienen olor a muerto y las piedras se caen y rompen con cada réplica. Ahora aquí en Cardenio Avello con Yugoeslavia, estoy hablando solo como un loco. Con ustedes que ya no viven entre nosotros. Que por esta hipócrita obstinación de los hombres, condenamos a morir dos veces. Primero en la carne y ahora en el demasiado lento olvido. Ustedes que nos dejaron un día de una forma que yo nunca lograré entender. Ustedes que hicieron tantas cosas y que de pronto dejaron de hablar, se cansaron y decidieron mudarse acá atrás del Chepe.

Estoy tentado a acostarme sobre la lápida, como una lagartija al sol, y esperar que se me quite este mareo. Me duele la guata y estoy un poco acalorado. De repente me quede aquí esta noche acompañándolos. O eventualmente, me mude también a este patio inútil. Aquí donde condenamos a nuestros muertos al ostracismo para seguir nuestras frágiles vidas sin sentido. Como buen penquista, seré inexplicablemente olvidado en una piedra detrás del Chepe.

20101123

Horacio (canción)

Lees la risa entre sus dientes
vives solo en esta mente
cumples con toda la paciente
espera indiferente.

Horacio señalas con tu dedo
el justo comienzo deste fuego
Es aquí y en este momento
el sacrificio de Prometeo.

El tiempo avanza
la urgencia cansa
y la noche vive descalza

no tienen más que heridas nuestras flores.

Horacio, la ciudad yerma
ya te espera.
Horacio eres la puerta
a nuestra tierra
Horacio eres la fuerza
desta histeria.

20101023

Segismundo

Qués la vida? un frenesí.
qués la vida? una ilusión.
una sombra, una ficción
& el mayor bien es pequeño:
que la vida es sueño
& los sueños, sueños son.

20101017

La trucha y el caballo.

Estaba un día de verano el caballo bebiendo de un calmo riachuelo. Vio entonces una trucha poco más allá que se desfiguraba por nadar aguas arriba.

"Pero, ¿qué haces trucha?"- Preguntó el caballo. "¿Por qué te esfuerzas tanto en nadar contra la corriente? ¿Acaso no ves que no avanzas?"

La trucha lo miró de reojo e hizo una mueca de desprecio.

"Mira caballo, no te metas donde no te han llamado." Respondió con seguridad. "Si dejo de nadar, seguro que me arrastra la corriente y termino anda tú a saber dónde."

Los enormes ojos vacíos del caballo se abrieron todavía más detrás de sus anteojeras y relinchó:

"¿Pero qué puede pasar? Bajarías por todo el país, por la falda de la cordillera, por los campos sembrados de oro, por las selvas australes, los cerros antiguos y por los humedales prolíferos hasta llegar al enorme océano donde podrías descansar y pasear a tus anchas."

"¡¿Pero y te parece poco?!" - Grito alarmada la trucha - "Llegar a disolverse en un océano, donde cada gota de agua es tan insignificante como la que tiene al lado. ¡No señor!"

Sin comprender aún, el caballo siguió bebiendo el agua cristalina mientras agitaba la cola para espantar las moscas.

"Si no nadase, además, seguramente moriría en alguna cascada, aplastada contra las rocas como un insecto. Ahora sólo dependo de mi esfuerzo para seguir viva, sólo de mi sudor para alcanzar las nieves eternas."

"Está bien" - dijo el caballo que se dio la vuelta para seguir pastando un poco más allá. Si no hubiera sido vendado por los hombres, el noble animal habría visto que efectivamente aguas abajo el dócil riachuelo se convertía en furiosos rápidos. Y habría notado también cómo la trucha se deformaba inútilmente bajo la fuerza del agua en sus hombros, a la misma velocidad a la que transcurría esta conversación.

20101011

Camino a casa

Un día que iba caminando por ahí, pensaba lo siguiente:

"Qué será de tu bella sonrisa, ahora que otro la marchita. Qué serán de tu blanca mirada y tus azulados ojos. De tu cabello rubio vistiendo tus hombros. Qué será de ti ahora que ya no te puedo tener?"

Y lo pensaba así sin siquiera pensarlo, mientras caminaba con los ojos cerrados por las calles. Qué digo caminar. Mientras flotaba por las calles, mientras como esquiador suizo me impulsaba entre las personas a una velocidad sin par. Mientras me deslizaba por intrincados recovecos en dirección a mi tranquilidad.

En una esquina un rayado llamó mi atención. Justo al costado de una enorme construcción que ya no existía, junto a un vacío nunca antes percibido, estabas tú en la muralla otra vez. Ya desconozco las calles por donde tantas veces he caminado sin caminar, he pensado sin pensar y he sentido sin darme cuenta si quiera. No recuerdo qué existía en ese enorme espacio que hoy se erige en una cuadra por siempre derrotada. "Qué se ama cuando se ama?" me susurraba la pared olvidada de una frutería mientras leía "-autos +bicis". En esa calle precisa donde nos encontramos una vez, tú y yo, perla infantil, botón de rosas, rayo de sol, tú en mi mente y yo en la acera sin darme cuenta.

20100925

Aquele Abraço

Aguas de América.

Se adentra poco a poco
El macareo incesante
Por el Génesis, el Orinoco
Es dulce el romance

La Palabra de El Hablador
La Pasión es Magdalena
Como de Corcovado Redentor
Que llora y llora sus penas

El Jordán está al Oriente
De La Plata ensangrentada
Y el mar y su pariente
Bajo guerreras con espadas

Aún apóstata del Biobío
Viviré como alfarero
En las calles de este Río
Bajo Su sonrisa de enero

20100823

Arte Poética

Qué sentido tiene expresar un sentimiento,
si éste brilla solo en tus ojos
pero nunca en mi pecho.

Para qué escribir un poema de amor,
miedo, pasión, júbilo,
desilusión,
si se arroga el derecho impúdico
de sentir hasta un simple peatón.

Para qué cantar a las hadas,
si sus piernas pueden más que cualquier verso,
que cualquier documento,
que cualquier rebuscada inspiración.

Para qué un serventesio de alejandrinos
o veintitrés sílabas acentuadas cada dos,
si desnudos sus senos enseñan sin tremor.

O de qué sirve una oda armónica,
celeste o coloquial,
ante sus hombros constelados
de pecados y caridad.

Mejor bailar en libertad!
Que la belleza y el sentimiento,
no son más que un pretexto
para construir una Columna Triunfal.

20100822

Postal Típica

20100817

el hombre imaginario

Nirgendwo und nirgendwann sind die Antworten alle die Fragen die man stellen kann.
Und alle die Fragen sind immer nur eine Frage: warum?

Hoffenlich wird die Sonne morgen wieder glänzen. Und warum nicht? Wenn man die Antwort hat, die veraltete Sonne darf noch mal ein König sein.

Ein erdachter Mensch braucht aber keinen König und keine Antwort. Der erdachte Mann braucht nur die Fragen die er erleben kann. Um glücklich zu sein, braucht dieser Mann nur einen Kuli um seinen Gedanken zu schreiben.

Warum?

Weil nirgendwo hier ist, weil nirgendwann Morgen kommt. Und Freiheit kommt auch mit. An den Händen die beiden gefasst.

20100809

Carta a mis amigos olvidados

Queridos Amigos Olvidados:

Mucho me he detenido a pensar en ustedes. Innumerables veces han salido de su olvido cómodo para posarse en el ruedo de mi hipotálamo. Y si bien esta contradicción, la de recordarlos en el olvido, es afirmativa, no explica muy bien la razón por la que me dirijo esta tarde a sus memorias. Muchos de ustedes quizás nunca entiendan la razón última de mi carta. Quizás tampoco le importe a la mayoría. Posiblemente se pierdan los sobres en alguna oficina del Correo. Y si ocurriese el milagro de que el papel llegue finalmente a sus manos, no tendrán tiempo para leerla ni para reconocerme en la escritura. Se me figura a mí que poco importa en realidad. No sé cómo lo vean ustedes, pero a mí me parece que esta carta es más una necesidad de expresión que un capricho de comunicación y nostalgia.

Hay entre ustedes un sinfín de realidades distintas. Está desde la flor de manos níveas que se me aparece en sueños los días pares, hasta el simio egocentrista y despreciable que se mofa de mí cada vez que me ve caminando por entre las alamedas. Verán amigos míos, entre ustedes hay una colección de seres de las más diversas formas, colores, sensaciones y constelaciones. Hay quienes ni siquiera saben quién soy yo, pero que aún así considero amigos. Otros que están en la posición totalmente opuesta: ayer me saludó un personaje aleatorio con una honesta sonrisa. Y no es que los desprecie o los niegue, simplemente se me olvidan. Ruego me perdonen por olvidarlos, no es mi culpa ni mi intención. Es mi cerebro que está ocupado en otras cosas el que no deja el espacio que tan amablemente se ganaron.

Quizás algunos saben, o recuerdan haber sabido, que mi mente funciona sin que yo intervenga mucho. De repente no más se me aparecen ideas fulminantes que solucionan los más diversos problemas. Habitualmente eso me ocurre en la ducha o caminando por el centro. Ideas a veces tan vanas y absurdas, como otras profundas y elaboradas. Ideas que a veces causan más problemas de los que solucionan, o que de frentón no arreglan nada. Tengo tantas ideas redundantes como amigos olvidados. Todas estas ideas se van entrelazando ente sí para formar una malla compacta y resistente. Un tejido gris, palpitante, vivo, que se fundamenta a sí mismo, que existe por derecho propio. Estas ideas que me bombardean toman matices fundamentales. Si no quisiera evitar la superstición y acreditara en la verdad absoluta, podría decir ques Dios el que a veces me habla al oído.

Pero un dios distinto, téngase presente.

Existen dioses diversos según mi parecer. Algunos, como el dios de occidente, es fundamentalista, absolutista, afirmativo, resolutivo. Un dios que tiene mucho más de pragmático que de divino. Uno que no se avergüenza de utilizar sus privilegios celestiales para imponer entre los hombres su visión sesgada y su particular jerarquización. Un dios colectivista y colectivo, que sólo existe en la medida que lo vean existiendo cada vez más individuos. A ese dios yo no puedo más que rechazarlo. Ese dios irracional, ególatra, acaparador, es el germen que convierte esta carta en una necesidad. Cuando hablo de Dios, me refiero a un dios menos altanero pero infinitamente más poderoso.

Con la arrogancia del artista, el que por usar un par de adjetivos rebuscados (inefable, estoico) o un verbo insípido (solazar, languidecer) se cree que dice algo más que nada, me doy el poder de definir al dios que me habla al oído. Un dios sin imagen ni semejanza. Un dios particular que esgrime razones y no dogmas. Un dios de adjetivos y no sustantivos. De diferenciales distintos de nulo. Un dios pitagórico, euclídico, gaussiano, laplaceano, lagrangeano, finsleriano. Un dios, en definitiva, omnipresente y, por sobre todo, racional. Constructivo. Libre, bello y bueno. En el más platónico de los sentidos.

Este dios, amo de todas las ideas y señor de la biyectividad, me lleva finalmente a escribirles esta carta.

¡Ay queridos amigos!

Si dejaran de lado ese dios auxiliar que vino a cegar su razón. Si rompiesen esas cadenas opresoras que los ahogan cuando nadan contra la corriente. Si olvidaran esa incuestionable moral caprichosamente autoimpuesta, podríamos confluir quizás en algo más que estas líneas. ¿Hace cuánto no hablamos con verdadera franqueza?


Habría que comenzar quizás por el día en que nos olvidamos. Ese día lejano en que dejamos de frecuentarnos. Seguramente estaba lloviendo, siempre llueve cuando alguien olvida. La lluvia ayuda a lavar las ideas. Es como un sedante. Ese día ustedes partieron todos, se fueron por sus caminos multicolores y nunca más se cruzaron conmigo. Todos ustedes, amigos olvidados, tomaron una vía diferente, pero fueron a parar al mismo coliseo circense. Mientras yo me quedé aquí en la Galia, ustedes se embarcaron en esas galeras romanas, como remeros esclavos, y recorrieron el Mediterráneo. No enfrentaron cíclopes ni sirenas como Ulises, más bien, simplemente, remaron con fuerza nubia hasta adentrarse en el olvido. Ese olvido que los hizo a los unos tan irrelevantes como a los otros. Pudiendo ser los padres de Marat, prefirieron la decadencia del imperio.

Queridos amigos, he ahí el primero de los daños que su olvido ha ocasionado. Verán, toda su fuerza, toda su destreza, toda su manchega prestancia, se ha diluido entre la chusma y la muchedumbre extranjera. Entiéndanlo bien, la razón de su olvido no es el imbatible tiempo, que borra los recuerdos como si fueran arena en la bahía más bella de Las Indias; es el espacio newtoniano el que han burlado. Y esta burla no los hace más fuertes, no los hace mayores ni les entrega más tesoros, por el contrario, les quita relevancia y vigor. Ustedes, queridos amigos, que estaban llamados a derramar su sudor en esta tierra resquebrajada, desoyeron las trompetas y privaron a su patria de las manos para construir su propia empalizada. ¿Y por qué? Por la promesa vana de oro. Por la seguridad falsa que entrega ese dios querendón y sus ministros, o diría mejor secuaces, ignorantes de nuestra realidad. Desconocedores de nuestro politeísmo hélico.

Así ven ustedes queridos amigos, que el tributo que como provincia lejana debíamos pagar, fue mayor de lo que pensamos en un comienzo. Porque no sólo son sus manos las que abandonan su labor creadora. No es simplemente la alfarería milenaria la que se ve perjudicada por su decisión encaprichada de adolescencia. El daño que de su actuar deriva no sólo se encuentra en la simple dimensión de la privación. El daño que ocasiona seguir a ese dios discrecional se ramifica todavía en más letales primores.

El hecho casi inconsciente de su partida, debería a nosotros, los pensadores crónicos de la república, llenarnos y sofocarnos de preguntas. Sin embargo, eso no acontece. Aceptamos con naturalidad que nuestras manos vigorosas nos dejen en impotente clamor. Esto no puede ser más que una muestra de cuán profundo es ya el daño perpetrado. Queridos amigos olvidados, la partida es un golpe a lo más profundo de nuestras raíces. Al partir ustedes, se dejó una deuda impaga. El acreedor invisible, lamentablemente, no puede hacer oír su voz para que le sea devuelto lo que es suyo. Por siglos le han enseñado a callar frente a los deseos del Señor.

Nuestra sociedad ha sido progresivamente mermada, acallada, amordazada. Se nos ha ido privando de nuestro único bien: la orgullosa resistencia del pensar. De razonar. Esta sociedad, empero, se ha esforzado por educar altivos cancerberos del pasado. Fuertes centinelas de las glorias de antaño. Por supuesto, asumiendo el costo de ello. Esta tierra se ha desangrado por ustedes, hijos de Ceres. Ha perdido su inocencia y su juventud, por, como una madre solitaria, entregarnos las herramientas para que nosotros, durante su vejez siempre renovada, podamos devolver la mano.

Ésta es la segunda dimensión del dolor que causa verlos remar por las costas egeas. Ver y saber cómo tantos han muerto para que sus hijos no sean esclavos, y sentir en la lengua un sabor amargo que se parece a su fracaso. Prueba de ello es la poca sorpresa que nos causa su decisión. Con los años hemos alcanzado tal nivel de conformidad con este problema que ya no es molestia para un corazón de plástico que se le escape el futuro como agua entre los dedos. ¡Incluso hay quienes los alientan a salir de aquí!

Queridos amigos olvidados, tengan presente siempre que olvidarnos es no recordar tampoco la deuda que por nacer y vivir contraímos entre todos. Tengan presente que la partida es una inversión que se transfiguró en gasto por culpa del primero de los 10 mandamientos.

Pero no sólo eso queridos hermanos. El dolor de la partida tiene una tercera arista que tampoco nadie parece percibir. Y entiéndanlo bien, que desde el cielo nadie lo apunte con el dedo, no significa que no exista. Es simplemente que nadie se ha tomado una pausa para confirmarlo. Me refiero a que el trabajo que con tanto desprestigio realizan en la más romana de las capitales, no sólo los priva de su energía renovadora, no sólo los convierte en un parásito despreciable, también se vuelve directamente hacia los amigos que han dejado atrás. Porque, guste o no, es una verdad como el azul del cielo que los amigos cuando se olvidan pasa a ser enemigos. Queridos enemigos entonces, su dolorosa partida es un ataque a nuestra libertad. Sus manos ahora crean para otros. Son otros los que cosechan los frutos que sembramos desde acá. Y esos otros, como Nerones múltiples, se regocijan en llevar setenta vidas impidiéndonos crecer. Setenta vidas imponiéndose como única verdad válida. Setenta vidas estandarizando nuestra identidad plural.

Créanme cuando les digo, queridos amigos, que no puedo comprender por qué decidieron hacer semejante daño en vez de evitarlo. Créanme que los recuerdo por las noches y no logro entenderlo. Quisiera no tenerlos tan olvidados como están. Quisiera de verdad sentirlos cercanos y vivos. Pero se me figuran cada noche un poquito (24 horas) más cerca de la paciente muerte.

¡Que dios los guarde! Queridos hermanos. Para que nos encontremos más temprano que tarde, en algún café del centro y podamos ahí, planear cómo recordar nuestra amistad.

Horacio Lara M.

20100801

Plagio: un petit poème en prose

May I inquire discreetly, have you ever seen the rain?


Dos personas conversaban mientras caminaban por las calles intermitentes. Entre salto y salto, le preguntaba el primero al segundo, "¿Hai visto cómo ha llovido? Cómo se ha abierto en un minuto el cielo para descargar el granizo bíblico sobre las calles maltrechas."
El otro mira a su alrededor quizás por primera vez en mucho tiempo. La poca costumbre le impide ver los cerros más verdes que antes, las hojas brillantes de los árboles; los aromos amarillos y los ciruelos en rosa; las nubes blancas y rechonchas ultrajadas por potentes rayos de sol. Ve en cambio un quiltro mojado y perdido en lo más alto de una torre abandonada por amenaza de derrumbe; ve los vidrios rotos en otra esquina, que titilan como el agua acumulada en los hoyos de las veredas; ve las vísceras grises y violetas que se diluyen en la inmensidad del cielo.
"¿Hai visto alguna vez la lluvia caer en un día de sol?" Repitió el inquisidor. "El olor a tierra mojada que se confunde al entrar victorioso en la ciudad; el verde araucano que llena los ojos húmedos con el suave calor del sol de invierno; el idilio terrible de la contradicción. ¿Hai visto la lluvia y el sol?"
El otro, ante tanta insistencia, lo mira incrédulo y por primera vez con los ojos abiertos en una mueca de desesperación. "Siempre ha sido así, en Conce siempre llueve así."

20100726

Have you?

20100725

Aula Magna.

Las luces bajaron lentamente y dieron paso a sólo un murmullo. La sala repleta esperaba expectante el espectáculo y los acompañantes se lo hacían notar mutuamente. El murmurar leve siguió bajando lentamente hasta dejar la sala casi en absoluto silencio. Una señora tosió. Alguien sacó una cámara de su estuche. Una luz solitaria se paró en la mitad del escenario iluminando el soberbio piano. ¿Debiere haber alguien ahí? Los murmullos aumentaron el volumen nuevamente, sólo un poco, mientras el público impaciente se acomodaba en los asientos. Así pasó un largo minuto.
De pronto, un espantapájaros en miniatura salió de atrás de las cortinas. Se tropezó consigo mismo y casi rueda por las impecables tablas. Logró detener su descordinada carrera justo debajo de la intensa luz que le cegaba los ojos. Tímidos aplausos sonaron entre la gente expectante. Se cubrió la cara con una mano para hacer sombra y lograr ver algo. Inclinado hacia delante, con el entrecejo fruncido por la luz caliente, logró ver a través de las gotas de lluvia que escurrían por sus lentes. Ni siquiera había tenido tiempo de quitarse el impermeable de goma que también chorreaba a mares. Se pasó la mano frenéticamente por la cabeza para intentar secarse un poco el pelo. Ahora parecía pájaro carpintero en vez de espantapájaros. El silencio había aumentado mientras la luz y la goma hacían que las orejas se le pusieran rojas. Un minuto de silencio incómodo se anticipó a la sentencia, hasta que finalmente se desabrochó el impermeable y se quitó la bufanda. No sabía qué hacer con ella, así que la arrugó y se la metió al bolsillo. Quedó la mitad colgando hasta más abajo de las rodillas. Hizo una venia al público.
Tomó asiento frente al piano y acomodó el sillín. Se demoró un buen tiempo en hacer esto. Primero sus manos trémulas no encontraban la enorme manivela para subir y bajar el asiento. Luego, no se decidía si subir un centímetro o bajar tres. De cualquier forma, los pedales le incomodaban y le costaba mantener la espalda derecha. Por fin se decidió por una posición aleatoria dentro del intervalo. Refunfuñó. No es la primera vez que tiene que hacer esta ceremonia. De hecho lo venía haciendo igual desde hace como mil años. Pero cada vez, en cada sala, frente a cada público distinto, le parecía como si fuera de nuevo la primera vez. Esa vez, cuando disfrazado como pingüino de 4 años tuvo que presentarse frente a un montón de señores con caras amargas que anotaban en sus libretitas. Esa primera vez también llovía. El sonido del agua se confundía con los frenéticos acordes que tocaba al piano y que le valieron un premio que ya ni recuerda. Apenas logró acomodarse, comenzó a escuchar la lluvia que caía afuera. Seguramente era la única persona en la sala capaz de escucharla y eso lo ponía de mal humor.
“¿Cómo nadie más va a escuchar la lluvia? Vienen a esta sala al lado de la Catedral a ver cómo aporreo el piano, pero podrían estar tranquilamente sentados en su casa escuchando una sinfonía furiosa e imponente.”
Como aquella primera vez, comenzó a tocar de manera desinteresada. Le parecía todo tan vano que no valía la pena esforzarse demasiado. Aún así, sus largos dedos bailaban elegantemente sobre las teclas. Primero eran como bailarinas rusas, delicadas y tremendamente elásticas, pero de a poco se iban transformando. Sincronizadas nadadoras pasearon sus coreografías por las octavas del piano. Marcharon sus dedos, como ejércitos dispuestos a combatir a Napoleón. Se acordó que, hace muchos años, estaban las mismas personas sentadas en esa misma sala. Llevaban una grabadora para piratear el concierto de Roberto Bravo, mientras unos militares que se habían quedado afuera, trataban de romper un candado a balazos.
Encandilada la gente por algún aura desconocida, no lograban ver que el pianista no se interesaba mucho en lo que hacía. Igual que en aquella primera vez frente a los directores del conservatorio, la gente apenas podía contener las ganas de llorar, de pararse y aplaudir rabiosamente de pie tan solemne presentación. Pero su mente estaba en cualquier otra parte. Pensaba por ejemplo en un amigo actor.
Se acordaba que una vez lo vio en este mismo escenario haciendo el ridículo de la manera más alegre del mundo. Fue su primer papel en mucho tiempo. Contó un día que estaba esta obra que se llamaba “Un minero en el cielo” y que buscaban actores para montarla. Así que fue a una audición e hizo sus cosas de actor. “Y quedé poh”. Dijo como dos días después. Le preguntó entonces que en qué papel. Por respuesta obtuvo una sonrisa cómplice y un “de minero”, mientras se encogía de hombros. Ganó un premio interpretando al minero en ese mismo escenario.
Pasaban y pasaban los años, los conciertos y los públicos, y todavía no lograba dirigirse a ellos de manera cómoda. Se le enredaba la lengua cuando tenía que hablarles a más de tres personas. Le tiritaba la pera y se le ponían coloradas las orejas. Para calmarse, siempre pensaba en la lluvia. Le retornaba a su infancia, cuando no tenía que preocuparse por demasiadas cosas. Tocaba el piano tranquilo, pensando también siempre en la lluvia. No entendía por qué lo felicitaban tanto si lo último que hacía era prestar atención a las teclas de marfil. Habían muchas cosas más importantes en qué pensar. Repasar el camino desde la casa a la Sinfónica por ejemplo. Siempre encontraba cosas distintas en el paseo. Caminaba siempre por las mismas calles, pero le parecían distintas cada vez. Una vez se encontró con su abuelo anciano que apenas podía caminar. Iba solo rumbo a la galería donde por como treinta años tuvo su librería. Más adecuado habría sido llamarla juguetería, pero en realidad no vendía juguetes. Vendía juegos, lápices, cartones y todo lo que sirviera para estimular la imaginación de sus nietos. Antes vendía materiales de fotografía y hacía revelados en blanco y negro. Pero cuando inventaron las fotos a color se quedó atrás en ese negocio.
Caminaba el abuelo por frente a la Plaza, por el lado opuesto de donde se encontraba la sala, pasito a pasito. Debió ser una de sus últimas salidas en solitario antes de enfermarse. Cuando lo saludó, el anciano inmediatamente le tomó el brazo y lo hizo acompañarlo. Iba a cobrar el arriendo del local donde antes estaba TurAustral. Caminaba muy lentamente y prefería estar siempre acompañado porque con ochenta años, no veía mucho. Tenía unas gafas amarillas que, teóricamente, lo ayudaban a ver mejor. Pero en realidad apenas lo lograba. Llegaron al local y el joven tuvo que dejar a su abuelo para que se las arreglara solo, porque le habían dicho que tenía que ir a buscar a su hermanita que también tocaba el piano. Mucho mejor que él por lo demás. Cada vez que recordaba esta parte, alguna de las bailarinas se tropezaba. ¿Debió dejar esperando a su hermana? ¿Debió acompañar a su abuelo de vuelta hasta la casa?
Cuando su abuelo moría en su cama, el joven se recostó junto a él una vez. Apenas distinguía lo que sucedía a su alrededor, confundía a las personas, confundía los años, los países y los lugares. “Ésta no es mi casa, ¿cómo llegué aquí?” Pero el anciano le tomó la mano. Como despidiéndose, como si fuera la última vez que se iban a ver, el anciano le tomó la mano. Así fue. El día que por fin el pianista se iba a atrever a entrar a la sala de la UTI donde pasó sus últimos días, el abuelo murió. El niño en esa época no tuvo más remedio que ponerse a llorar en el hombro de su hermanita.
Nunca entendió por qué la gente muere. Ni esa vez con el papá de su madre, ni cuando murió la mamá de su padre, ni hace poco cuando murió su segunda abuela. Para qué tocar el piano, si lo que dura este concierto es tan efímero, tan fatuo. Para qué esta gente paga por escucharlo, se emociona con su personalidad y con su repertorio cargado de sentimientos prefabricados, si es incapaz de escuchar la lluvia penquista que cae sobre sus tejados. Son pocos los que recuerdan que antes de la librería, el abuelo tenía una Casa de Cambio en el corazón de la ciudad. Monedas y billetes de todo el mundo, de todos los tiempos, se mezclaban con las infinitas colecciones de estampillas que siguen guardadas en algún rincón de la casa. Y esos pocos son demasiado pocos como para darle importancia a esos recuerdos. Para entender por qué es tan gracioso que todos los comerciantes de la galería hicieran una cola para mirar un hoyo durante la UP. O para aceptar que hay cosas más importantes que hacer que escuchar cómo un extranjero toca el piano. De qué sirve esta Marcha Triunfal que el despistado pianista toca con tanta fuerza aparente, si nadie recuerda los pasos altisonantes y robustos de los que lucharon por la identidad de esta Aula Magna.

20100718

Turismo i Panoramas

Rescatar la Memoria

La mañana era oscura, llovía a cántaros. Ir al colegio era para mí una emocionante aventura. Protegido por mi capa y las botas de goma, caminaba feliz sorteando elagua que caía desde las cornisas. Salía de casa y me internaba en la penumbra del "Pasaje Musalem", cruzaba por las entrañas de la tierra desde Aníbal Pinto hasta los protectores aleros de las zapaterías de Freire. Antes de cruzar miraba si acaso algún amenazante vehículo me acechaba, generalmente no, era muy temprano para las bestias. Cruzaba corriendo, valiente, hacia la catarata que desde las paredes de "Calzados La Negrita" saltaba para estrellarse sobre mi capa sin mojarme. Cruzaba el torrente y llegaba hasta la esquina de Caupolicán donde la tienda "La Puerta del Sol" marcaba la frontera. Al frente, en diagonal, "Donde Golpea el Monito" y allí en la esquina Caupolicán/Barros aguardaba tranquilizadora la elegante tienda "Torregrosa y Anglada" anunciando que la meta estaba cerca. A la vuelta de la esquina, por Barros, me detenía en la "Money Exchange" del serio Sr. Contzen, la primera casa de cambios en Concepción. Sus vitrinas exhibían raras monedas y maravillosos sellos postales de todo el mundo. ¡¡Un sobre lleno de estampillas de África por $100!! - premonitores de mis largos viajes por el mundo. Caminaba hasta Rengo mirando hacia la casa del obispo al tiempo para cruzar el inmenso portón del colegio donde generalmente esperaba, para saludarnos y corregir algún detalle en el uniforme, Monseñor Mardones, rector del Instituto de Humanidades, al que llamaba, y nosotros así considerábamos, nuestro segundo hogar. Luego del estridente timbre, formábamos en el patio o los días de lluvia en las galerías donde el rector nos daba una charla de diez minutos sobre cómo sentarnos en la mesa, cómo respirar, de la obligación de dar el asiento a los mayores, en fin una serie de detalles de urbanidad que era algo importante en aquellos años '50.

El centro penquista ha sido destruido. EN la esquina de Rengo/Barros Arana miro con tristeza que ya no puedo tocar nada de lo que existió en mi infancia, como si todos mis recuerdos sólo fueran un fantasma de mi imaginación. El terremoto del sesenta y las conveniencias derrumbaron gran parte del escenario de mis aventuras, el terremoto del 2010 terminó la tarea. Nostalgia y tristeza, nada hay allí que sea mío. Dos solares vacíos allí donde tanta vida hubo. Ni siquiera un niño que dé el asiento en la micro... es lógico, está cansado y seguramente sueña... yo comienzo a recordar...



Guíatip Turismo i Panoramas.
Julio 2010, año V, Nº53

20100711

Chepe

Conce, un extravagante día soleado de julio, presenta la siguiente postal típica:

20100710

Y surgió un Fénix
de entre las cenizas
del pueblo que olvidamos

Y se alzó así
un nuevo escudo patrio
un altar robado
un bosque por lágrimas bordado

Ave Fénix!
Araucano hermano
dios te salve,
lleno eres de gracia
Te levantas de nuevo
en alma & cuerpo
para el fin de nuestros pecados.

20100703

Regreso al Mar

Regreso al Mar.

De cara al horizonte,
condenado por el sol del desierto
me encaramo por las rocas crespas
que se adentran en el mar.

Regreso al mar
que me tienta con su espuma suave,
con el almíbar dulce de sus aguas.
Vuelvo prudente y con temor,
aun trepando, saltando como un niño,
libre combatiente de la realidad.

Como preludio de réquiem
lo encaro insolente,
le doy la espalda a la polvorienta ciudad,
me descubro a los buitres de los salares
me exhibo desafiante como el que más.

Después de toda una vida trimestral,
en esta olvidada oficina de aduanas,
con el sudor evidente de mis manos
y el temblor estridente de mis rodillas,
te miro con toda mi furia
para ocultar el terror
que siento cuando regreso al mar.

20100530

Descartes

En esta madrugada llena de sueño, cuando faltan pocas horas para tener que levantarme a trabajar, me asaltan preguntas que al fin logro verbalizar. Preguntas que me han perseguido constantemente desde ya hace tres meses. Resulta majadero seguir repitiendo lo mismo una y otra vez. Resulta cursi hacerlo además sin atreverme a llamar al terremoto por su nombre. Terremoto es una palabra que provoca miedo, profundo pavor. Es sin embargo lo que da pie a la profundidad de mis pensamientos. Monotemáticos. Desde hace tres meses que todo lo que hago sólo puede ser entendido bajo una lógica de desesperanza. Y es en este contexto de inestabilidad, donde surgen preguntas al hueso.

En mi mente abundan los diálogos imaginarios. Con mis primos, con mis tíos, con mis amigos, con mis compañeros. Diálogos que quisiera alguna vez se concretaran, pero que mi incapacidad de hablar en público llevará al olvido si no alcanzo a registrarlos. Una escena típica consiste en algún encuentro fortuito con alguien que no he visto en mucho tiempo, pero por quién siento profundo respeto. En esa línea, mis compañeros de colegio aparecen recurrentemente. Hace dos días incluso soñé con una chica, de manos níveas, a quien no he visto en 7 años pero que sigue en mi recuerdo como un ejemplo de integridad. A todos estos hologramas que me acompañan los considero en mi fantasía como personas de gran potencial, pero sin rumbos claros. Llego yo, con mi arrogancia y egolatría características, y les ilumino el futuro con mis tan sabias razones. Estas razones que repito en voz alta cuando estoy solo en la habitación, parecen llenas de lógica y energía. Sin embargo, la falta de publicidad en los medios, en las conversaciones, en la vida de cada individuo, las vuelve casi ridículas. Al punto de yo mismo no atreverme a plantearlas a nadie más. El riesgo de que no me entiendan por elegir mal las palabras es grande. Cuesta tanto decir cosas coherentes. Hablar con frases completas. Pero ahí están estas ideas que me bombardeana cabeza a cada minuto.

Para qué ser chileno? Qué gano siendo chileno, si cuando he requerido por única vez de esta condición, el estado decidió dejarnos abandonados tres días. Porque eso ocurrió para el terremoto. Nos abandonaron tres días al caos. Este estado centralista al que jamás le hemos importado, primero no contaba con las herramientas para garantizar nuestra seguridad. Al considerarnos una pronvincia lejana, no existe una voluntad de que seamos protagonistas de nuestro destino. Y por ello, la institución encargada de nuestra seguridad, la ONEMI, simplemente no se preocupa de nuestra particularidad, sino que de esta abstracción llamada nación. Porque, qué es una nación si no una generalidad? Una vaguedad conveniente para quienes ostentan los poderes de decisión. Una nación no es más que una fuerza de cohesión abstracta. Un pegamento imaginario, para unir cosas, personas, lugares, que poco en común tienen. Entonces, a raíz de esos primeros tres días de terror que vivimos en esta capital, surge con tanta fuerza esta pregunta. ¿Para qué ser chilenos? ¿Qué ganamos con eso además de ser discriminados? ¿Por qué tienen que llorar y suplicar nuestras llamadas autoridades para que el gobierno nos ayude?

Ser chileno no es más que ir al mismo circo y comer del mismo pan amargo de la discriminación. Ser chileno es aceptar una emocionalidad impuesta por terceros. Es ser cómplice de la destrucción cultural, de la homologación de tradiciones, que implica la apropiación de costumbres que no pertenecen a nadie más que a quién las acostumbra. Ser chileno es agachar la cabeza para aceptar como propio algo que un grupo de hombres sabios define característico. Ser chileno es no tener personalidad.

Luego de una o dos semanas del terremoto, ocurrió la observación de las banderas. Esas dos banderas colosales que flameaban en la Plaza frente a la catedral, orgullosas y a la par. El amarillo y azul con el blanco, azul y rojo. Ambas banderas, de nuestra ciudad maltratada y de esa abstracción teórica que alguien propuso como nuestro país. Esas dos banderas que tenían un lugar de igualdad para quienes las observábamos desde la calle, pero que un día, sin que yo sepa quién ni por qué, pasaron a ser solo una. Alguien bajó la bandera de mi ciudad mártir y dejó sólo la bandera del Chile unitario y en las nubes. Ahí se está aún destiñendo ésa bajo el sol que no quiere dejar de brillar, a pesar de que ya debió entrar con fuerza el invierno. Y ahí surge la segunda pregunta. ¿Qué somos primero? ¿Penquistas o chilenos?

Yo, he nacido, vivido, crecido, aprendido, todo, en esta misma ciudad. Espero poder quedarme aquí además por el resto de mi vida. Yo soy un penquista, siempre lo he sido, y es parte de lo que me define a mí como individuo. ¿Por qué entonces debo renunciar a mi bandera flameante en la plaza? Si de mí dependiera, en esa Plaza Independencia, flamearía orgullosa la bandera de Concepción y no ese trapo que copiaron de la Francia unitaria. Alguien tomó una mala decisión hace 190 años, y debemos seguir nosotros cargando con las consecuencias. Si he de sacrificar algo, prefiero sacrificar esa abstracción absurda y ajena que es Chile y no mi felicidad inmediata que es mi Concepción herido.

Remar contra la corriente es difícil. Pero seguir dejándose llevar sólo acabará con mi cuerpo rebentado en las rocas bajo una cascada, o perdido en el inmenso océano donde ninguna gota es más relevante que la del lado. Nadar contra la corriente podrá hacer que me ahogue, pero contra eso puedo luchar. Sólo depende de cuán bien sepa nadar y no de qué tan alta es la catarata.

20100527

Escombros

Otra vez el viejo va camino de la Plaza. El frío punzante atravieza sin contemplación por los gruesos abrigos de lanilla. Entre las hebras maltejidas el frío se abre camino implacable. En algunas partes su fuerza ha roto el grueso obstáculo que suponen tres capas de rocinantes sobretodos para reducirlas a andrajos. Felizmente, las pulgas en mayo no alcanzan a romper sus huevos y se mueren congeladas todas las madrugadas. Y el viejo camina con dificultad hacia la Plaza. Una cadera más corta que la otra le ha hecho perder, poco a poco, la dignidad al andar. Cada paso es un eléctrico toque en el espinazo que le parte la cara.

La noche anterior llovió por primera vez. Quienes están acostumbrados a vivir en las calles de la ciudad lo vieron como una noche de otoño más. La lluvia cayendo con un estruendo ensordecedor. Rebotando en el suelo y reflejando las pálidas y ahora escasas luces del alumbrado público. Los perros aullaron los primeros minutos de la tormenta. Callaron luego cuando el estruendo bajo de intensidad. Recuerdan quizás la última vez que un ruido ensordecedor inundó sus oídos. Para quienes perdieron todo hace tres meses, esta noche fue una más de las demasiadas pruebas. Nadie sabía si las viviendas de emergencia estaban preparadas para el azote de la lluvia penquista. El miedo mayor es verse forzados a convertirse en uno de estos viejos indignos que deambulan cojeando por las calles.

El viejo camina hacia la Plaza haciéndole el quite a las pozas para no mojar el único par de calcetines gruesos que tiene. Se los robó de una de las pilas de ropa para los damnificados. Mojar los andrajos que lleva encima es lo mismo que morir tirado en una sala común del Hospital. Hay, sin embargo, algo que todavía lo impulsa a mantenerse en pie, a pesar del dolor en cada paso y de la comida que falta hace tanto tiempo. Lleva varias semanas comiendo de las sobras de un local de papas fritas del Paseo Peatonal. El motor de sus patéticos movimientos es todavía una incógnita para él. Pasó su juventud buscando ese significado. Sus felices años de infancia cuando el sol se colaba entre la persiana y calentaba el parqué sobre el cual jugaba, miraba tele y se sentaba a esperar a su madre. La adolescencia metido entre libros, ecuaciones y poemas. Sufriendo por no poder encajar con el resto de la gente. Sin entender cuál era el afán en dejarlo solo que todos parecían tener. Pasó el tiempo en la Universidad buscando entre las cervezas de la Plaza Perú la razón por la cual le había tocado vivir en esta ciudad que parece haberse olvidado de su propia existencia. Y ese objetivo, esa razón final que heroicamente daría sentido a su vida toda, aún no aparecía.

Pensó encontrarla tres meses atrás cuando, sin miedos y sin tapujos, podía vociferar desde el improvisado altar de la iglesia poemas y libros de historia. La gente lo miraba, pero lo ignoraba con facilidad ante la fatalidad promisoria que veían en su estado. Pero el tiempo es tan decidido como el frío y no se detiene nada. La belleza y la fuerza de un momento se diluyen en incontables horas, minutos y segundos. En infinitos instantes que no se distinguen entre sí pero que son suficientes para disipar la energía de un impulso en el tiempo exponencial. Se hace necesaria una teoría de relatividad absoluta para vivir eternamente en el mismo tiempo verdadero.

La gente lo rehuía con miedo, como si fuera un oráculo determinístico. Él había optado voluntariamente por esta vida de miserias, observando con cuidado el flujo de energía en la ciudad. Justo cuando la sociedad lo declaró como un loco sin remedio, tomó sus ropas más necesarias o queridas, y partió a la calle a sobrevivir y esperar. Estaba convencido de que esperando llegaría lo que buscó y no encontró caminando por antiguas ciudades europeas de su juventud errante. Y aún así, la gente pasaba por su lado y con pavor lo miraba como a un demente. Como a un asesino o a un violador. Un psicópata declarado, capaz de vender su alma al diablo y de gritar hasta quedar sin voz las verdades que todos conocían pero que la urgencia de los elementos hacía ignorar. Ese instante en tres meses se diluyó también.

Ahora avanzaba de nuevo hacia la misma Plaza, como todos los días desde hace 10 años. Llevando sólo sus ojos, caminaba con dolor y con premura. Inexplicablemente, siempre estaba apurado, listo para afrontar ese instante decisivo. Su aspecto guardaba aún algo de esa elegancia y esa rebeldía que lo distinguieron, pero lo disimulaba muy bien detrás de esa gruesa capa de mugre incrustada en la piel. Incluso sus cabellos, que alguna vez brillaron como el trigo de Ceres bajo el sol, se veían opacos y grasientos para completar el disfraz. Como todos los penquistas, el viejo vive enmascarado vistiendo de gris opaco. De marrón, café, terracota, bronce, caoba, barniz. Iba este hombre a paso creciente hacia la Plazan con la intención firme de caminar una vez más alrededor de ella. Esquivando ahora sí, los demasiados hoyos que abundan en las calles circundantes. El ahora estrecho paseo peatonal, el boulevard sinusoidal, el pavimento partido y de fondo un edificio a medio destruir. Las cintas amarillas en las veredas que fuerzan a los peatones como él a andar junto a los autos y las micros. El comercio que se trasladó desde los edificios colapsados a las calles, combate el frío de la mañana. Pero eso no importa al mendigo que se detiene bajo el fundador Don Pedro.

El hombre mira a lo alto el cielo parcialmente nublado. Las palomas, tan sucias como él, se detienen sobre la estatua. El pedestal donde ésta se erige está aún dañado. De una de las bolsas que lleva consigo en todo momento, el viejo saca un poco de pan mohoso y comienza a repartirlo entre las aves. Éstas bajan desde los hombros roídos del extremeño y se desparraman alrededor de la estatua. Vienen más palomas desde el orfeón para aterrizar junto al viejo que sonríe feliz. Le da la espalda a la pileta destruida en el centro de la Plaza. La Municipalidad ya volvió a levantarla después de que pasara algunas semanas recostada en arena. Sin embargo, faltan algunos faroles, se ven las conexiones oxidadas por los 120 años de la estatua, las figuras están rotas. Las palomas ya no quieren posarse sobre la deteriorada imagen que hasta hace tres meses les prestaba tanta protección.

El viejo sigue su camino apresurado. Deja que las palomas se dispersen y camina por Barros Arana. Frente a la Galería Universitaria comienzan los empleados a montar el improvisado punto de ventas que reemplaza al local donde, de niño, el viejo se quedaba mirando los juguetes importados. El Edificio sobre la galería ya no tiene un piso entre el sexto y el octavo. Se detiene en la esquina de Barros con Caupolicán para mirar la bandera chilena enredada frente a la Catedral. Las primeras semanas se veían flamear orgullosas y a la par la bandera de la ciudad y la de Chile. El Azul y el Amarillo hacían olvidar al tricolor patrio. Un par de días después, por algún motivo desconocido, la bandera penquista fue quitada y sólo permaneció ahí el pabellón nacional. Ese hecho pasó casi inadvertido para todos los habitantes de la ciudad. El único que reparó en ello fue el viejo que se detiene todos los días en esa esquina para ver si devolvieron sus colores a esa posición privilegiada. Para el resto de la ciudad, o del país entero en realidad, bajar la bandera de Concepción fue quizás un acto de patriotismo. Un símbolo de unidad. Chile apoya a Chile y a todos nos duele esta tragedia. Para el viejo sin embargo, fue el hecho que marcó definitivamente su posición: Si a todos nos duele, a algunos les duele más que a otros. Y esos privilegiados que pueden enarbolar un trapo blanco, azul y rojo, no comprenden el verdadero dolor. El de ver a los vecinos agachar su cabeza para dejar que se bajen los colores que definen su identidad. Para ver cómo, en nombre de una pálida idea ajena, se nos fuerza a abandonar nuestra historia y a adoptar la idiosincrasia oficia que se nos impone desde lejos. El dolor de ver que nadie hace nada cuando nos bajan nuestra gloriosa bandera. Como una pequeña luz de esperanza, el viejo notó que el rojo se está destiñendo cada día más con el suave sol de otoño. Se dibuja una sonrisa en sus dientes picados y sigue caminando.

Antes de abandonar la Plaza por O’Higgins, el viejo se cruza con un joven universitario de caminar pendular y mirada dolida. “No se olvide joven, que lo importante es reconstruir Concepción y terminar con esta tonterita de que nos digan qué hacer”. Se sonríen con familiaridad y siguen sus caminos opuestos. El viejo con sus miserias hacia el río y el joven a paso firme hacia el centro de la Plaza.

20100509

20100408

La tentación de Cristo

Evangelio según san Mateo 4:1-11

1 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Le llevó entonces el diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.” 7 Le dijo Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.” 11 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.


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Crux Sancta Sit Mihi Lux
Non Draco Sit Mihi Dux
Vade Retro Satana
Numquam Suade Mihi Vana
Sunt Mala Quae Libas
Ipse Venena Bibas

20100407

Adiós Catina

Du hast keinen Eßvorrat mit“, sagte er. „Ich brauche keinen“, sagte ich, „die Reise ist so lang, daß ich verhungern muß, wenn ich auf dem Weg nichts bekomme. Kein Eßvorrat kann mich retten. Es ist ja zum Glück eine wahrhaft ungeheure Reise.“

Kafka, Der Aufbruch

Adiós Catina

te habría dicho sonriente
por esa cerveza que no tomamos.
Entre la niebla que vuelve a rodearnos,
con el frío que vuelve a helar los huesos,
nos habríamos despedido con un abrazo tierno
y un beso.
De esperanza.
De amistad profunda,
tejida con más que el crujir de la tierra.
Porque te vas de una ciudad nueva,
condenada a perpetua juventud.
¡El epicentro de la república!
Una ciudad mustia,
sin el sol tibio ni las calles llenas de lluvia.
Tu visita se hará eterna en tus labios alemanes
en las gotas que se roban el azul de tus ojos.
Se hará infinita en tus largos pasos y en el suelo que alimentes.
Tu visita se hará tan profunda como nuestro dolor.

Adiós Catina
te habría dicho optimista.
Hasta luego en nombre de tu exigua patria,
la que dejas en una hora triste,
pero que,
te prometo con el pecho abierto,
te juro desnudo y furioso,
sabremos reconstruir para hacer honor a tu blanca sonrisa.

20100330

Palatal

Quiero poder pronunciar la doble ele.
No como en belleza, no.
Mas como en lluvia,
en llorar
en Quillón, Catillo.
Esa doble ele campesina,
profunda y animista.
Esa doble ele del pasado,
del adobe, de las mantas.
De los viejos secos por el sol
y de la vid de febrero.

Quiero pronunciar esa doble ele que no sale en los libros.
En todos esos que no leeré jamás.
La doble ele analfabeta
que no sabe de filosofías rusas
ni entiende al vecino absorto
por lo infinito de una cáscara de nuez.
La letra eterna del caballo,
la que permite disimular
que copio y rejunto lo que hizo alguien más.

Y quiero pronunciarla con sudor.
Porque yo sabía que algo malo estaba por suceder.
Porque la desidia seductora me lo susurró al oído.
Porque si no te hablo no tengo nada que decir.
Porque se me enreda la lengua entre tantas personas.

20100326

Canción Nihilista

Escribir un soneto
es tarea muy ruin,
si ha de tener un fin
no más grave quel reto.

Un pecado cometo
y es que háblote sin
comprender el trajín
deste verso incompleto.

Pero es mejor pecar
de nada que decir
esta noche en Catillo,

que dejar el lugar
y así otro pueda argüir:
nazca este sonetillo

El Escudo de Carlos V


De a poco van a empezar a decir que no importa, que no fue tanto y que no es necesario. Quen Irak la gente se muere, que los fusilan con metralletas. De a poco nos va a parecer irreal, nos vamos a ir olvidando. De a poco van a tener razón todos ellos que nos ignoran. De pronto entonces, volveremos a mirarnos las caras sin saber ni quiénes somos. Un día nos vamos a volver a olvidar de lo que nos pasó y ahí nuestra derrota será completa.

20100323

Miguel Ausente

por Violeta Parra

¿Por qué me vine de Conce
tan bien que yo estaba allá?
Ahora ando en tierras extrañas,
ay, hablando pero a penas.

Tengo en mi techo una herida
que se abre sin cesar
es mi corazón que sufre,
ay, por su ciudad muerta.

Quiero gritar fuerte,
quiero vagar digno,
quiero ir a la Plaza
y sentirte en mi piel. /y caminar por Hualpén.
Ir a Talcahuano
pasear por el Huáscar
y hasta a Chiguayante
contigo Miguel.

Antes de salir de Conce
yo no supe comprender
lo que vale ser chileno:
ay, ahora mal que lo sé.

Igual que lloran tus ojos
al violar esta canción,
ay, así llora mi conciencia
penosamente por Concepción.

Qué lejos está mi Conce,
lejos mi fuerte ciudad,
qué lejos las tres pascualas,
ay, mi hermana y la Universidad.

Parece que hiciera un siglo
que de Conce no sé na',
por eso escribo esta queja,
ay, la mando de aquí pa' allá.

20100322

Santiago en cien palabras

Después de bajarse por la ventana de esa micro naranja, se metió raudo a la Escuela Militar. Conforme se iba hacinando el vagón con esas personas sin sonrisas, con ese calor que da sueño y con los olores de la tarde, se sucedían lentamente las estaciones insoportables de este país. Comenzó el joven a pensar en el cáncer que los oprimía y en las carreteras destruidas. Después de empujar a estos ciudadanos inconcientes que no lo dejaban respirar, poniendo un pie en la ansiada libertad, gritó ante la mirada inexpresiva de quienes lo ignoraban "¡Biobío Independiente!". Y nunca más volvió.

20100313

Cascada

Me bautizo con el agua infestada
No en tu nombre sino en el mío.
Duerme aquí, ésta mi tierra diezmada
Y también éste el profeta del frío.

Es acaso tu gente castigada?
Contra tu soberbia me alzo con brío.
No pensarás que puedes con mi espada?
Vive por siempre el sudor del Biobío.

Nos faltará luz y el calor del pan,
No tendremos del mar tranquilidad,
Nuestras fuerzas de flaquear habrán.

Aún al pecho en débil soledad
Sentidas penurias azotarán;
Para así luchar contra tu maldad.

20100309

Marzo 2010.

Et maintenant que vais-je faire
De tout ce temps que sera ma vie
De tous ces gens qui m'indiffèrent
Maintenant que tu es partie

Es mentira!
Es mentira!
Es mentira!
No van doscientos años de nada.

van ciento sesenta desde que nos amordazaron.
van diez días desde que nos crucificaron.

Pero aún así
habremos de caminar entre nuestros muertos.
Habremos de erguirnos en nuestro valle empantanado,
borraremos las grietas de la tierra
construiremos de acero nuestro pueblo.

Adiós Concepción
ciudad mártir
caricatura del bien y el mal
Adiós a tu liberación
a tu esqueleto frágil
a tu invertido vendaval.

Ya no más Concepción,
virgen inmaculada,
ahora en tres días,
_____________minutos,
____________________siglos
Resurreción!

20100225

Valtierra

Si miro por la ventana no veo más que Europa
En realidad no veo más que España
La verdad es que sólo veo Valtierra.
Si se sube usted al monte de noche
Puede ver las luces de Castejón
Pero no mucho más
Es difícil ver más allá en la noche
Es que esta tierra es muy chiquita
Inmensamente chiquita
Como los días bajo el sol
O como el desierto de la Bardena.
Verá usted, más allá de Tudela
La tierra no existe
Es un espejismo vano
Un encantamiento de moro
Más allá no hemos puesto un pie nunca
Ni mi madre ni la suya ni la de ella
¡Imagínese usted lo que sería!
No habrían ni toros, ni fiestas, ni muros
Ni nuestros muertos caminando por las calles
Sólo un montón de gente haciendo quijotadas
Vagando como el aire caliente.
Mire si yo ya le digo,
Es que Valtierra es lo único que existe
Lo demás es una excusa
Un invento de los diarios
Para que la vida escurra
Muy leal y muy noble
En el corazón de Navarra.

20100222

Invierno Boliviano.

Invierno Boliviano.

Como el hombrecillo de Oficina
parado bajo la lluvia de febrero;
que mira de un lado para el otro
con la contabilidad bajo el brazo;
que no atina a esconderse
mientras se le moja la camisa.

contradicción:
existe quién tal que quién es distinto e igual a ser.

No hay nada más hermoso
que la suma de dos con dos.

Bajo el aguacero del verano,
con la gente contenta
corriendo por las galerías,
el hombrecillo de mirada suplicante,
entiende y se da cuenta
que la duda es la respuesta.

20100118

Verano Penquista

Verano Penquista

La Brisa suave de enero en el Foro
la orquesta que recuerda consecuente
la leyenda y tragedia del Coigüe enamorado
de la Araucaria casquivana.

El Sol que trasnocha en la Diagonal
con una cerveza negra en la mano
con la Brisa suave que le sonríe
y lo acaricia emocionada.

Caminan de la mano Brisa y Sol
por debajo de Tribunales,
compran un helado en la plaza,
descansan frente a la estación.

Y mientras se besan tiernamente,
un ciudadano de a pie
aburrido y sin futuro alguno,
los mira con honesta envidia.

Suena arriba en la cordillera
para Chile,
----------- Latinoamérica
------------------------- - & el mundo,
Biobío, la radio.

20100113

Conguillío.


leyenda y tragedia del Coigüe & la Araucaria

El Coigüe está enamorado de la Araucaria. y la sigue por todo el bosque. Van de quebrada en quebrada, ella alta y elegante y él que la imita pero no la alcanza. La Araucaria le hace ojitos y el Coigüe trata de besarla, pero el Pehuén se le adelanta y a su virgen hija resguarda.

20100103

Declaro

Aquí me voy a quedar,
hasta que del teclado gastado,
o del papel ensangrentado
nazca una reina inmaculada.

Si es preciso voy a definir el amor
como su carita de porcelana
y sus ojitos de aguamarina,
cubiertos de semen y sudor.

O voy a inventar un personaje,
al quel desprecio no le duela,
al quel rechazo no le pierda,
uno que diga lo que no sé,
& que viva lo que no podré.

En algún rincón de mi mente
vive el futuro olvidado.
Antes quel sol me lo quite,
quando temblando esté de frío,
yo lo tengo que encontrar.

Si no es con sangre,
será con lágrimas desesperadas.
Si no es consciente,
será en este ensueño desbalanceado.

Pero no Señor,
de aquí no me mueve nadie,
sin haber sacado en limpio este poema.