(cheun rume)

 

20111031

La trucha y el sapo.

Poco después de quel caballo hubo de darse la vuelta para seguir pastando, un sapo saltó de entre las matas.

"¡Hola trucha!"- dijo con soltura. - "Escuché tu conversación con el caballo. ¿Me dejas nadar un rato a tu lado?"

Y sin dar espacio para respuestas, rápidamente se zambulló en las frías aguas cordilleranas y se puso a nadar palmo a palmo con la trucha.

La trucha continuó con su esforzada tarea sin reparar mayormente en la vívida elocuencia del anfibio:

"De donde yo vengo, Trucha, las gentes tienen las cosas claras. Como tú Trucha, que nadas sin cesar contra la tormeta, así se levantan también mis hermanos contra la injusticia. Así nosotros, que nadamos tanto como caminamos, hemos logrado formar nuestro país próspero y confiable. Créeme cuanto te digo Trucha, pues nosotros no vivimos en vano. Donde quiera que vamos con nuestro mensaje, los más diversos animales nos siguen y nos rinden tributo. No son pocos quienes quisieren ser como nosotros. Nosotros, los administradores de la riqueza, los ejecutores de la bondad, los generales de equidad."

"Nos han seguido desde todos los riachuelos de este valle. A muchos les hemos enseñado a caminar a nuestra usanza y semejanza. Y créeme que muchos peces han abandonado las aguas de su identidad, para andar con nosotros en las calmas llanuras de la abundancia. Muchos han dejado el sufrimiento diáfano ante la promesa mancomunada del bienestar."

La trucha comenzaba ya a molestarse con la voz aguda y arrogante del sapo, pero prefirió no emitir juicio y concentrarse en la caza de su alimento.

"Es así Trucha, como hemos logrado influir, qué digo influir, ¡dominar! los distintos cauces de este país. De a poco hemos ido entregando a nuestros seguidores los mayores beneficios. Les hemos dado una razón de ser, una identidad, una característica única. Todos ellos, créelo porque es verdad lo que te digo, han logrado nadar con la presteza del más ágil escualo. Nunca ha habido uno que, viniendo a nosotros, haya dejado de ser parte de esta entelequia multicolor que nos reune. Pues todos somos uno, en nuestra exquisita grandeza."

En eso la trucha, finalmente, cazó un despistado zancudo que era arrastrado por las aguas. El sapo, sin embargo, no se dejó amedrentar por la indiferencia del pez, sino que tomó todavía más fuerzas para seguir vociferando:

"En nuestra tierra, abundan los insectos y el alimento. Abunda la abundancia y escasea la escasez. Y en nuestra tierra..."

¡Zap! La trucha cazaba ahora una libélula multicolor.

¡Zap! Una mantis religiosa.

Dando un salto por sobre las aguas, la trucha atrapaba al vuelo una polilla de la noche que anunciaba.

El sapo entonces, con su repugnante aspecto y su grotesca forma andrógina, prefirió saltar del riachuelo fértil que habitaba la trucha, para seguir su búsqueda de incautos.